Daniel empezó a los 4 años a hacer contorsiones y se sorprendía que los demás niños no pudieran doblar sus manos y sus cuerpos como él podía hacerlo.
Entre sus proezas está: estirar su torso en 180 grados, dislocar sus hombros y volverlos a poner en su sitio, girar la mano en 360 grados.
“Me encanta infringir las leyes de la ciencia. Lo imposible si es posible”, dice Daniel.